En esa época yo tendría alrededor de 6 años y tengo recuerdos de que por las noches mi familia y yo salíamos al patio o a la esquina de nuestra casa a ver el cielo …
Texto: Mona Ortiz
El día de ayer, 26 de julio de 2023, se dio a conocer que tres ex miembros del Ejército de Estados Unidos declararon que el Gobierno de ese país mantiene en secreto la evidencia de naves y restos biológicos de seres no humanos.
El fenómeno de los avistamientos de Objetos Voladores No Identificados (OVNI)— ahora conocidos como FANI (Fenómenos Aéreos No Identificados) o UAP, por sus siglas en inglés— tuvo un boom en los años 90. Se reportaron avistamientos en todo el mundo de extraños objetos con trayectorias imposibles o que poseían luces enceguecedoras.
Los noticieros mexicanos dieron cuenta de estos sucesos extraordinarios y el nombre de Atlixco, una pequeña ciudad de Puebla, comenzó a hacerse popular porque muchos de sus habitantes afirmaban que detrás de sus cerros, montañas o volcanes hacían base los ovnis, incluso que los habían visto aterrizar.
En esa época yo tendría alrededor de 6 años y tengo recuerdos de que por las noches mi familia y yo salíamos al patio o a la esquina de nuestra casa a ver el cielo. La zona donde se ubica la casa de mis papás en Atlixco siempre ha sido solitaria y antes no había tantas construcciones, por lo que el terreno para los avistamientos era ideal.
También íbamos a San Baltazar Atlimeyaya, muy cerca del Punto Marconi, donde se reunía la gente con telescopios o binoculares con la esperanza de ver algún ovni. Quedé maravillada cuando mi papá puso en neutral el coche y, en lugar de irse de reversa, avanzó, pese a ser una pendiente. Ahora sé que es uno de los siete lugares a nivel mundial con más avistamientos ovni.
foto: IG @quizas_xime
De esas veces no tengo recuerdo de haber visto alguno, pero tampoco tengo la sensación de regresar a casa con frustración. Creo que me bastaba con la expectativa.
Una noche habíamos estado en casa de mis vecinos. Habíamos hecho una gran fogata y compartimos historias de todo tipo. Cuando llegó el momento de despedirnos, los adultos siguieron platicando en la puerta. En ese entonces, todos teníamos la costumbre de mirar hacia las estrellas.
En algún momento, el papá de mis vecinos, Beto, dijo “¡miren!”, mientras apuntaba hacia un objeto que emitía una luz en completo silencio. El objeto descendió un poco más hasta que se posó varios metros arriba de las copas de los árboles.
Nos quedamos con la boca abierta. ¿Pasó o lo imaginamos?
A Beto se le ocurrió prender y apagar la linterna que llevaba en la mano. Tras unos segundos, que nos parecieron eternos, el objeto respondió apagándose y prendiéndose una vez. Nos quedamos con la boca abierta. ¿Pasó o lo imaginamos? Así que lo instamos a que ahora prendiera y apagara la linterna dos veces. ¡El objeto se apagó y se prendió dos veces! Los más pequeños brincábamos de alegría. ¡Estábamos haciendo contacto con un ovni!
El papá de mis vecinos prendió y apagó la linterna tres, cuatro, cinco veces más; la dejaba apagada más tiempo o la prendía y apagaba muy rápido, y el objeto respondió de manera idéntica a todos los patrones.
No sé cuánto tiempo estuvimos ahí, pero ya nos dolía el cuello de tanto tener la mirada hacia el objeto. Después de un rato, el objeto comenzó a elevarse hasta que se perdió en la oscuridad del cielo estrellado. Nos despedimos y cada familia se fue a su casa.
Aparte de la emoción por la experiencia, en retrospectiva, creo que también sentimos un poco de miedo, pues estuvimos en contacto con algo que nunca supimos qué fue.
Desde entonces, no he vuelto a platicar sobre este suceso con mis vecinos y no sé cómo lo recuerden ellos.
Treinta y un años después, he estado yendo a la casa de mi infancia para limpiarla y evitar que continúe deteriorándose. Entre los pocos papeles de mi madre que sobrevivieron, encontré este reporte de avistamiento ovni, perteneciente a una asociación de personas que se volvieron expertas en el tema (o que intentaban serlo desde el punto de vista experiencial).
Mis papás iban a las juntas y asistíamos a hacer observaciones en el cerro de San Miguel o donde fuera que convocaran.
Según este documento, la experiencia que vivimos fue un encuentro cercano del quinto tipo: