Facundo Cabral, el mensajero de las injusticias, blasfemias y de odios

Este nueve de julio se cumplieron seis años del asesinato del cantante argentino. El día de su muerte la prensa tituló “El automotor recibió más de 25 balazos, tres fueron suficientes para arrebatarle la vida a Cabral”.

Facundo Cabral desde el vientre estaba protestando. Posiblemente él ya sabía qué debía hablar en un mundo de injusticias, de blasfemias y de odios entre pobladores.

El 22 de mayo de 1937 en La Plata, Argentina, nació ese hombre. Cuando su mamá apenas estaba embarazada, su papá ya estaba abandonándolos. Él y dos hijos más, fueron los sobrevivientes de siete, lo que dejó como resultado la pobreza por la que tuvieron que pasar con su madre.

Facundo Cabral emprendió el camino de la música cuando tenía 9 años. Un día detuvo el auto oficial que trasladaba al entonces presidente Juan Domingo Perón y le preguntó si había trabajo. Eva Duarte la esposa del mandatario, se alegró de que “por fin” alguien pidiera empleo y no limosna y ordenó a los suyos que le dieran un trabajo a Sara, la madre de Cabral. Así la familia se trasladó a Tandil, donde al mismo tiempo que su madre trabajaba, él lo hacía como peón rural. Facundo Cabral conoció en este entonces la música folclórica y, al mismo tiempo, conocía el mundo y sus vicios.

El niño fue enviado a un reformatorio, donde un jesuita empezó a mitigar el comportamiento violento entre los libros de una biblioteca. Después de escapar del reformatorio, conoció a un mendigo que lo inició en el evangelio. Desde entonces, Jesús, los profetas y la Biblia ocupan, dentro del imaginario cabralesco, el mismo lugar que filósofos y escritores, a los que también empezó a conocer por esa época de la mano de Jorge di Paola, uno de los integrantes de lo que luego se conocería como el grupo de Tandil.

“Me volví loco, comencé a escribir como un desaforado y cuando se me acababa el papel, escribía en las paredes”, exagera muy cabralmente en un repor­taje de 1993.

En esa misma nota de la extinta revista La Maga cuenta que en Tandil trabajaba de lustrabotas y uno de sus mejores clientes era Witold Gombrowicz, el escritor polaco que vivió muchos años en Argentina.

Se dice que para este entonces escribió su primera canción “Vuele Bajo” que es una canción de cuna.  El enfrentamiento con el público fue en Mar del Plata, después de pedirle al dueño de un hotel que lo dejara cantar para ellos. Canto en las calles y en los bares, hasta consagrarse en 1970 con la canción “No soy de aquí, ni soy de allá” que se escuchó mundialmente.

Fue predicador del “cristianismo ecuménico”, habló de Jesucristo, de Gandhi y de la Madre teresa de Calcuta. Relató en sus letras un mensaje espiritual, caracterizándose siempre por su crítica social y la protesta que les hacía a todos los seres humanos, lideres, políticos, ricos y pobres. Esto último lo obligó a exilarse en México en 1976 tras la dictadura militar que tuvo Argentina hasta 1983. Después de la dictadura, en 1984, regresa para vender discos y llenar teatros y estadios.  Volvió para ser profeta en su propia tierra.

Pasó algunos años de su vida viviendo en un hotel de Buenos Aires, aunque estaba casi ciego para aquel entonces, no dejaba de crear y crear arte con su letras y libros.

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La Unesco lo declaró “Mensaje mundial de la paz” y fue nominado al Nobel de la Paz en 2008. Aunque fue un vocero por la paz, la igualdad y la lucha social, murió víctima de una muerte que no le correspondía a él, aunque no le tuviese miedo.

Murió el 9 de julio del 2011, después de ser abalado en un carro. El ataque ocurrió cuando viajaba junto al empresario Henry Fariñas por el bulevar Liberación hacia al aeropuerto La Aurora, de Guatemala. “El automotor recibió más de 25 balazos, tres fueron suficientes para arrebatarle la vida a Cabral” así tituló la prensa ese día.

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