La música va a ser clave para restaurar las heridas de la pandemia

Claudio Espector es referente de Constelación Sonora Argentina, red por la enseñanza musical colectiva.
“El rol que va a tener el arte y la música en la vida de los pibes va a ser muy importante para restaurar las heridas que todo esto va a dejar”, dice el músico y docente Claudio Espector, pensando en la educación artística de cara a la pospandemia.
Entre 2008 y 2015, Espector fue el coordinador nacional de Orquestas y Coros para el Bicentenario, un programa del Ministerio de Educación de la Nación que fue desmantelado durante el macrismo.
El cierre de esa experiencia dejó a la deriva tanto al proyecto en sí que se desarrollaba con éxito en muchas barriadas populares del país, como a los docentes que la llevaban adelante. En Santa Fe, en 2018 la provincia se hizo cargo del programa y lo incorporó al sistema educativo.
Ahora varios de esos docentes y músicos lanzaron Constelación Sonora Argentina, una red “por la enseñanza musical colectiva”, que se lanzó de forma virtual a principios de mes.
En la carta de presentación, que ya sumó más de 1.200 adhesiones, cuestionan la “desarticulación, vaciamiento pedagógico y presupuestario”, de Orquestas y Coros del Bicentenario durante la gestión de Cambiemos y proponen avanzar en una “redistribución del capital cultural”, para que “ante las más precarias condiciones materiales, desarrollar la más completa enseñanza de calidad”.
—¿Cómo se gestó la idea de la red?
—En un mes se armaron tres encuentros a los que se fueron incorporando, con mucho entusiasmo, músicos y docentes que trabajan o han trabajado en orquestas y coros infantiles y juveniles. Muchos de ellos fueron parte del programa de Orquestas y Coros del Bicentenario que funcionó hasta 2015 y que, a lo largo de los cuatro años posteriores, sufrió el vaciamiento por parte de la gestión de los ministros de Educación que se sucedieron. Por eso había muchas ganas de volver a poner en la agenda educativa la importancia de la educación artística y musical hecha colectivamente, como es el modelo de aquel programa.
—¿Lo que pasó con Orquestas y Coros del Bicentenario en los cuatro años de Cambiemos fue desidia o una política de vaciamiento?
—No fue desidia, fue algo absolutamente planificado y perversamente realizado. Hasta llegaron a quitarles a los chicos los instrumentos en algunos lugares del país. Lo que se hizo tendía a vaciar un programa que tenía características muy importantes en el trabajo sobre todo con los chicos y las chicas de los barrios más postergados de las diferentes provincias.
—¿Qué significa que ya tengan más de 1.200 adherentes a la red?
—La cantidad de gente nos da una pauta del compromiso que tienen con esta idea músicos, docentes y familiares de chicos y chicas que forman y formaron parte de las orquestas, que vieron el impacto que tuvo en sus familias. Pero no hay que tomarlo como una cosa nostalgiosa, sino adaptarlo a las distintas realidades por las que estamos pasando. La pandemia es una de esas situaciones y hay que pensar ya qué es lo que va a pasar una vez salidos de esta situación. Hay que anticiparse a los escenarios y en eso tienen responsabilidad las gestiones nacional, provinciales y municipales. Además hay que poner en la agenda educativa el rol protagónico que tiene que tener la educación artística, para la vida y para la formación. La educación artística y musical tiene otros elementos per sé que ningún otro campo del conocimiento tiene. Es un derecho de los pibes y las pibas poder acceder a ellos.
—¿Qué evaluación hace de las experiencias de educación musical en las barriadas populares?
—Cuando hablamos de barriadas populares hablamos del derecho de los chicos a formar parte de esto. Este programa, justamente, lo que vino a poner es la posibilidad de que esos pibes y esas pibas tengan acceso a un instrumento, a poder ensayar, a conocer el arte musical, los repertorios y géneros; y que nosotros como músicos y artistas tengamos la responsabilidad de llevarles para que los conozcan. Muchísimos chicos que empezaron a transitar por esas experiencias han encontrado una vocación y hasta algunos son docentes de las orquestas o forman parte de orquestas profesionales de cada provincia. Otros han sido becados al exterior. El del Bicentenario fue un programa con una densidad muy importante, que distribuyó miles de instrumentos (sobre todo en los barrios más populares) y que llevó adelante proyectos como, por ejemplo, el de Música por la Identidad, articulando con las Abuelas de Plaza de Mayo. Ese proyecto permitió que se lograra la restitución de identidad de un caso muy resonante, como fue el de Ignacio, el nieto de Estela de Carlotto. Me parece que en un panorama y en un escenario tan dramático como el que se abre, las autoridades educativas de todo el país tienen que tener muy en cuenta la necesidad y pensar en ese escenario futuro.
—Y además van a ser importante en la poscuarentena.
—Sí. Y para eso hay que pensar en todos los protocolos para poder seguir desarrollando la actividad. No solo hay que pensar en cómo los chicos van a educarse en matemática o lengua, sino también que el rol que va a tener el arte y la música en la vida y en la cotidianeidad de los pibes va a ser muy importante para restaurar las heridas que todo esto va a dejar. El arte no como algo superfluo o para el entretenimiento sino para llenar la subjetividad de todos los pibes y las pibas. En eso va a tener un rol fundamental para la reintegración en su educación cotidiana. Tenemos el deber y la responsabilidad de ponerlo en agenda y que las autoridades educativas entiendan la necesidad de llevarlo a cabo.
—¿Qué anécdota recuerda de ese trabajo con la música en los barrios?
—Anécdotas hay miles, pero lo que siempre me ha impactado es cómo se ha podido lograr en muchos lugares desestigmatizar a los pibes que concurrían a esas escuelas. Escuelas que eran conocidas con el nombre de “escuela del paco” o “la escuela de los vidrios rotos” han cambiado y se han establecido en sus lugares como “la escuela donde está la orquesta” o “donde está el coro”. Eso me parece de lo más impresionante de lo que se ha logrado. También la posibilidad de los encuentros que tuvieron chicos de todos los lugares del país, que han podido reunirse, tocar y cantar en teatros con artistas que los acompañaron. Y que además han podido llevar la música a sus barrios. Creo que el programa del Bicentenario, con la voluntad política de llevarlo adelante, es un hito importante en la historia de la educación musical del país. Esperamos que no sea simplemente una mención nostalgiosa, sino una capitalización que tenemos para seguir adelante.
—En la presentación de la red dijo que hay que ser obstinados. ¿Qué significa?
—Tenemos que ser obstinados porque tenemos el convencimiento y somos coherentes con aquello que más nos gusta, que es hacer música y efectuar la transmisión. Cuando uno se maneja con esos parámetros que tienen que ver con la pasión por la transmisión y la sensibilidad social de que eso llegue a los pibes que más han sido vulnerados, esa obstinación es un elemento fundamental del motor que nos mueve. Porque sino el macrismo hubiera podido vaciar absolutamente esta posibilidad de encuentro con el arte. Sin embargo no lo pudieron vaciar justamente por la densidad que tuvo ese programa y por la obstinación de todos los que estuvieron cerca, a pesar de estar sin cobrar su sueldo, sin instrumentos o con instrumentos rotos que nunca fueron reparados, viendo cotidianamente cómo se iba vaciando el programa y la pauperización de todos los chicos con los cuales estaban. Pero siguieron y seguimos adelante. Esto que pasó en un mes es una clara muestra de ese motor que tenemos. Y además tenemos mucha paciencia. Cuando uno trabaja con su instrumento necesita de mucha paciencia para ir superando y logrando que el sonido sea el mejor. Seguramente con esta realización y con este modelo educativo vamos a lograr que en la Argentina la música suene mejor. Y que suene mejor significa que llegue a todos.
